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A lo largo de la historia, los contratos han sido un instrumento crucial para el beneficio
de la sociedad, siendo un acuerdo entre partes para intercambiar bienes y servicios
entre los involucrados. El pilar fundamental era la palabra dada; no obstante, con el
paso del tiempo, se ha vuelto imperativo incorporar nuevos elementos formales y
solemnes con el propósito de asegurar la protección y confianza de los participantes,
dando origen al contrato tradicional. Sin embargo, gracias a la tecnología, hemos sido
capaces de concebir el contrato inteligente.
El contrato tradicional se configura como un negocio jurídico al contar con elementos
esenciales como la capacidad, el consentimiento, un objeto lícito y una causa válida,
lo que asegura su validez legal y proporciona una mayor protección a los usuarios en
caso de incumplimiento. Sin embargo, estos contratos también presentan
desventajas, ya que pueden ser susceptibles a modificaciones por parte de los
interesados, ser susceptibles a malentendidos, pueden generar costos procesales
elevados y estar expuestos a actos de mala fe o intervención de terceros, lo que en
última instancia puede llevar al incumplimiento de las obligaciones pactadas.
Los contratos inteligentes poseen los elementos del negocio jurídico, además de que
integran la tecnología Blockchain, lo que los hace ágiles, transparentes y seguros.
Países como Estados Unidos, Colombia e Italia han reconocido legalmente los
contratos inteligentes. Sus respectivas legislaciones han proporcionado una base
legal para su uso ya que ofrecen mayores ventajas sobre los contratos tradicionales.
Es posible la aplicación del Contrato Inteligente ya que al ser un negocio jurídico
tendría validez además de aportar en el ámbito legal. Sería una oportunidad para que
los ciudadanos del Ecuador y del resto del mundo mejoren las relaciones
contractuales al agilizar los procesos. |
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